Y así, al ver a esa niña wayuu que no sabía cómo pastorear, que había olvidado el saber de sus ancestros y que vagaba sola en la oscuridad y el desierto, fue que conocí esta historia.
- Jayechmajachi
Este ensayo sobre Pájaros de verano (2018) es una conversación sobre la palabra, la muerte y el cine. Esta vez escribo porque escuché el canto de la palabra que murió; escribo para comprender mejor mi vínculo con el cine colombiano; escribo para dialogar con la cosmovisión wayuu, para descifrar las claves simbólicas que explican el camino del victimario.
Rapayet y la nación wayuu: contrabandear con alijunas
Recuerdo la primera vez que vi Pájaros de verano. Entré a la sala de cine sin saber qué encontraría. Ningún tráiler, ninguna sinopsis. Sólo un par de comentarios en los pasillos que la relacionaban con alguna novela de García Márquez. La película abre con dos mujeres hablando wayuunaiki[1]. Recuerdo que me sentí extranjero. Creía que era mi pueblo, sobreviviente de tantos genocidios y tantas guerras. Pero tenía que leer subtítulos para entender diálogos en uno de los idiomas oficiales de mi país. Me pregunté quién era yo entonces: ¿acaso un extraño ante mi propio pueblo? Al cabo de un rato, la película me respondió: soy un alijuna[2].
Utilizan “alijuna” para denominar a todas aquellas personas que no pertenecen a la nación wayuu[3]. Alijuna alude tanto al concepto de extranjero como al de lejanía. El oxímoron de Vito Apüshana opera a partir de esa distancia en este verso: «Contrabandeo sueños con aríjunas cercanos» (1992). Para los wayuus, los alijunas son seres que representan la distancia, pero en su poema asumen una cercanía muy significativa al “contrabandear sueños”. Recordemos que los sueños son un símbolo mítico fundacional: «Sobre los sueños gira la concepción de la vida y la muerte de los wayuu» (Morillo Arapé & Paz Reverol, 2008, p. 4). Es una de las fuerzas más importantes detrás de toda su cosmovisión y sus costumbres, de manera que «el acercamiento que Apüshana le propone al arijuna es el acceso a la comprensión de un mundo simbólico de significancia íntima y sensible» (Ferrer & Rodríguez citado en Campo, 2020, p. 25-26).
El protagonista de Pájaros de verano, Rapayet, reúne la dualidad del wayuu criado entre alijunas. Él conoce el idioma, es hijo de una estirpe guerrera, pero sus padres murieron cuando todavía era muy joven. Él mismo es un oxímoron: wayuu y alijuna al mismo tiempo. Hasta la década de 1960 vive del comercio, junto a su amigo y socio: Moncho. Rapayet en varias ocasiones demuestra su desconocimiento sobre las costumbres, resultado de una vida como comerciante lejos de la comunidad. Cuando Rapayet le dice a su tío, el pütchipü’ü[4] Peregrino, que para Zaida ha traído un collar de tu'umá[5], recibe una mirada de desaprobación. No es el regalo indicado para este momento. Luego, cuando Rapayet trae la dote de 30 chivos y 20 reses para Zaida, Úrsula lo interroga ⸺en wayuunaiki⸺ sobre cómo consiguió todo tan pronto; cuando le cuenta sobre los gringos, Úrsula le reclama ⸺ahora en español⸺: «De tanto estar con los alijunas se te olvidaron las costumbres» (00:31:28). Debió mandar pütchi (una palabra, mediante el pütchipü’ü), antes de entregar la dote. Así, ante cada escena ceremonial, cada práctica de vida, cada decisión importante, Rapayet es reprendido por sus mayores. Su tragedia, como la de Edipo, será el desconocimiento.

Figura 1. Peregrino y Rapayet
Nota. Tomado de Pájaros de Verano (2018). Fotograma segundo 00:02:30.
Rapayet elige “contrabandear” con alijunas todavía más lejanos: los gringos. En el contrabandeo de marihuana, se convierte también en intermediario de los gringos y de su primo Aníbal, un wayuu que ha sido llamado indigno por vivir en la sierra, lejos del territorio ancestral del desierto. Rapayet hace esto para tener las calidades económicas necesarias que le permitan desposar a Zaida; es decir, lo hace para tener una posición importante dentro de la comunidad wayuu. De manera que Rapayet busca consolidar su prestigio haciendo tratos con personas de prestigio cuestionado. Se aleja para acercarse. Esa paradoja lo tensiona hasta su muerte a manos de su propio primo.
Durante toda la historia, Rapayet será un comerciante sin palabra, sin sueños. Ahí la diferencia con Vitorio Apüshana, quien es consciente de que «divulga su universo cultural hacia otras culturas, hacia occidente» (Campo, 2020, p. 25), pero lo hace escuchando a sus ancestros: escuchando sus sueños.
Úrsula, el jayechmajachi y el pütchipü’ü:
la palabra, los cantos, los sueños y las ceremonias
Muchos años después, ante el servicio de streaming, detuve la película en su segunda secuencia, cuando se configura por completo la atmósfera de este mundo pintado con paisajes azules y cobrizos. En medio de los vientos de un desierto costero, en alguna parte de la Guajira, bajo un azul que delata la ausencia de las nubes, un pastor anciano con gafas oscuras canta sobre la familia Pushaina y sobre los últimos días de un hombre llamado Rapayet. Entonces entendí que era la única escena que altera la diacronía: aparece al principio y al final de la película, pero ocurre tiempo después, en algún momento de la década de los ochenta, cuando ya nada queda de la casa de los Pushaina. Es el montaje perfecto para representar al canto como enunciación de la memoria, pues en medio está contenida la vida; en este caso, en medio del canto del pastor, está la tragedia narrada en Pájaros de verano.

Figura 2. El jayechmajachi y su rebaño
Nota. Tomado de Pájaros de Verano (2018). Fotograma segundo 00:02:30.
El hombre de lentes que canta es un jayechmajachi[6], una «especie de rapsodas o aedas griegos» (Paz Ipuana, 2014, p. 78). Él encarna una de tantas formas del arte de la Palabra. En la nación wayuu, existen diferentes artes destinados apenas para unos pocos virtuosos:
A partir de los planteamientos de Pellicer (1993), entiendo aquí la Palabra como un tipo de oralidad de gran virtuosismo discursivo propio de un reducido número de especialistas de la palabra. Estos cultivan celosamente un tipo de oralidad hábilmente tejida: las fórmulas y estrategias discursivas de la oralidad, los diversos estilos del habla cultivada, variantes cultas y rituales sostenidas en la omnipresencia de lo simbólico. La palabra es enseñada por mentores especializados y enseñada a un grupo selecto de elegidos. (Campo, 2020, p. 30)
Quien aprende la Palabra adquiere una responsabilidad, pero al mismo tiempo es reconocido y respetado. Hay distintos géneros de «la “palabra” o “artes de la lengua” aparte de los Jayeechis» (Campo, 2020, p. 31). Los Jayeechis son los cantos dedicados a narrar historias de la nación; las historias contadas por los familiares mayores, habitualmente hombres, son llamadas sükujalaa alaülayuu; lapü son los relatos oníricos, habitualmente aprendidos por las mujeres; pütchipü’ü es la palabra mediadora; y el piache u Ouutsü es la palabra sanadora del chamán (Campo, 2020, p. 31).
Mediante la Palabra, los jayechmajachi cantan para proteger la memoria del pueblo wayuu. Cantan para recordar y para ordenar la vida. El pastor de lentes, el jayechmajachi de Pájaros de verano, está ahí para resguardar el relato que vemos en pantalla. Él canta para que no olvidemos:
Ya los vientos vienen con fuerza a borrar nuestras huellas sobre la arena. Por eso canto hoy. Para que wayuus y alijunas no olviden lo que el viento del verano borra. Para que esta historia la canten los pájaros y así permanezca, en el lugar de los sueños y la memoria. (Pájaros de verano, 01:57:04)
Para los wayuu, la memoria ⸺hecha de palabras⸺ atraviesa el pasado, el presente, el futuro: «su espíritu se refleja en los espejos del tiempo para retroceder en el pasado, fluirlo en el presente y proyectarlo al futuro» (Campo, 2020, p. 72). No es sólo archivo, sino también premonición. El canto del jayechmajachi, según la diacronía de la película, anticipa al espectador que será una historia cruel; y luego emerge como epílogo para decirnos que la única heredera de Rapayet al final vagará por el desierto, sin padres.
La importancia de la Palabra para los wayuu no sólo emerge en la figura de ese personaje, o en la participación de Peregrino, el pütchipü’ü de los Pushaina. También emerge en los versos que guía Úrsula, al final de la ceremonia de encierro de Zaida, cuando se marca su transición como mujer.
Si hay familia, hay prestigio
Si hay prestigio, hay honor.
Si hay honor, hay palabra.
Si hay palabra, hay paz.
(Oración recitada entre Úrsula y Zaida en Pájaros de veranos, 2018)
En esos versos están los símbolos más importantes para los wayuu: familia, prestigio, honor, palabra y paz. En la unión de la familia se construye el prestigio; la familia son los cimientos; su unión conduce al reconocimiento ante los otros, esto es: al prestigio. El prestigio proyecta honor, pues de esa manera la comunidad reconoce el valor de cada casa. El honor sustenta la palabra, porque la palabra debe ser honrada. Y así la palabra, enunciada por la familia ⸺desde su prestigio y honor⸺, es el único medio para alcanzar la paz.
El encierro de Zaida es una ceremonia llamada asülajawaa, común para la cultura wayuu. Zaida en este caso es la celebrada; mientras que Úrsula asume el papel de celebrante del rito al ser poseedora de la Alanía[7]; lo cual es muy fiel a las prácticas wayuu, pues la celebrante suele ser una madre, una tía o una abuela (Araujo De Vílchez & Finol, 2010, p. 81). Es a partir de esta ceremonia de asülajawaa que Zaida empieza a tener sueños; en términos de la cosmovisión wayuu, Zaida establece un diálogo con Lapü[8]: «La celebrante toma en sus manos la Alanía, conversa con ella, le habla de la situación del asülüja ́na´. Esta conversación en wayuunaiki es inaudible, secreta y se hace en el interior de la habitación» (Araujo De Vílchez & Finol, 2010, p. 82). En el mundo wayuu, el “creador no es el soñante, son los antepasados o los demiurgos, donde la creación es continua” (Bastide, citado en Araujo De Vílchez & Finol, 2010, 74-75).

Figura 3. Zaida y Úrsula durante el asülajawaa
Nota. Tomado de Pájaros de Verano (2018). Fotograma segundo 00:02:03.
Desde luego, es importante la fidelidad etnográfica de la película en relación con las ceremonias, el idioma y su cultura, pues de esa manera sustenta la verosimilitud de este mundo wayuu. Hablamos de una nación diferenciada por sus saberes y prácticas ancestrales. Entonces la etnografía, en este caso, es sustento para la profundidad simbólica. Pájaros de verano es una tragedia familiar en suelo wayuu. Estaríamos perdiendo el sentido de este relato, si tan solo nos detenemos en el archivo de las ceremonias y las costumbres.
Todas las acciones de Rapayet llevan hacia la tragedia, pero él nunca lo anticipa. En varias ocasiones tiene la posibilidad de salirse de ese camino, pero no escucha a sus mayores, no dialoga con los saberes detrás del mundo. Entendí que no había vuelta atrás para él cuando Úrsula ya no puede soñar, cuando ya no puede oír las voces de la Alanía. Lo cual sucede después de visitar la casa de Aníbal. Antes ella era ampliamente reconocida por sus habilidades al interpretar sueños, es decir: por dialogar con Lapü. Los sueños son imprescindibles en la vida wayuu, porque «el sueño es una existencia objetiva, incorporada a la realidad» (Araujo De Vílchez & Finol, 2010, p. 73). Esto quiere decir que sueño y vigilia están intrínsecamente asociadas, y ambas componen tanto la vida como la muerte. «En la vida del hombre indígena, el mundo de vigilia y el onírico no están separados, hay una continuidad entre los dos» (Araujo De Vílchez & Finol, 2010, p. 73).
Además, Úrsula era valorada por liderar las relaciones con los alijunas acorde a losmandatos, las costumbres y las prácticas de los ancestros. Pero su voz mermaprogresivamente hasta el punto del silencio durante el liderazgo de Rapayet en la familiaPushaina.
Por eso me parece crucial enfocarnos en las partes de la película que hablan de la palabra,los cantos y los sueños. Es necesario enfatizar primero en las claves sobre la vida y el carácterwayuu, porque de ninguna otra manera un alijuna como yo entendería la importancia delsueño, de la voz de los ancestros, de los talismanes que protegen a los hogares, del respeto alos encierros y al suelo que tocan los muertos. Todo esto funciona a un nivel simbólico queconfigura y cohesiona la narración sobre la familia Pushaina.
Sobre este paradigma de los símbolos wayuu, considero importante resaltar dos aciertos técnicos de la película: la fotografía y el montaje. Porque ambos aspectos del lenguaje cinematográfico han sido dispuestos de manera que su sintaxis se sustente de la lógica de los símbolos wayuu. En cuanto al montaje, me gustaría detenerme en la estructura de Pájaros de verano, que está organizada según Cantos; y sin lugar a duda esto demuestra que la película dialoga con los versos y el lenguaje usado por el personaje del jayechmajachi. Los cantos son: “Canto I: Hierba salvaje”, “Canto II: Las tumbas”, “Canto III: La bonanza”, “Canto IV: La guerra” y “Canto V: El limbo”. Cada Canto inicia con una ceremonia que configura su tono, sus tropos y su arco. En el primero, el encierro de Zaida nos habla de las costumbres wayuu en oposición a las prácticas del alijuna; en el segundo, el entierro del anciano mayor de la familia Pushaina nos habla de las muertes; en el tercero, las fiestas wayuu nos hablan de un periodo de prosperidad; y en el cuarto, el encierro de Leónidas nos habla de los esfuerzos para conseguir el desagravio, esto es: para evitar la ira de los ancestros. Pero en el “Canto V” ya no hay ceremonia. De hecho, se titula “El limbo”, en alusión a un mito alijuna; porque ya para este momento Úrsula ha perdido la Alanía y desde hace muchos años los ancestros ya no hablan con ella. En El Limbo queda desterrada la heredera de Zaida y de Rapayet: sin memoria, sin familia.
En cuanto a la fotografía, quisiera resaltar las escenas en las que aparece una puerta. Por ejemplo, cuando representan uno de sus sueños en medio de la ceremonia de asülajawaa de Zaida, la cámara es puesta desde adentro de la maloca y proyecta su mirada hacia afuera. Recordemos que en la cultura wayuu es fundamental el diálogo entre el mundo externo y el mundo interno: de ahí que el exterior sea enmarcado por el mundo interno de Zaida, que se representa por la maloca, sus paredes, su oscuridad y los fragmentos de luz que le atraviesan. Hay otra escena crucial en que la fotografía opera de manera semejante, pero se trata de la muerte de Moncho y considero que es mejor abordarla en el siguiente apartado.

Figura 4. Sueño de Zaida
Nota. Tomado de Pájaros de Verano (2018). Fotograma segundo 00:09:08.
El yoluja de Moncho y de Peregrino:la tragedia de la violencia
Moncho abre el sendero de la violencia en la película cuando asesina a los dos pilotos gringos. En esa escena, Rapayet hace reclamos sobre lealtad a tres pilotos; y Moncho sin ningún escrúpulo asesina a uno de ellos. El disparo se ve en cámara, pero el cadáver sale de cámara impulsado por el disparo. De inmediato, vemos a Rapayet: completamente atónito, en silencio. Pero luego pregunta: «¿Qué carajos hiciste?». «Nos traicionaron», dice Moncho. «Para eso existe la palabra, Moncho». Aquí Rapayet busca ordenar el mundo alijuna mediante las lógicas wayuu. Moncho señala el sinsentido y se burla en una sola frase: «Entonces manda a un palabrero para los Estados Unidos». La violencia desde aquí empieza a escalar, hasta terminar con la muerte de Rapayet.

Figura 5. Moncho asesina a los gringos
Nota. Tomado de Pájaros de Verano (2018). Fotograma segundo 00:43:26.
Con la muerte de los dos pilotos, Rapayet se convierte en cómplice sin haberlo deseado. Úrsula aconseja que debe ofrecer la vida de Moncho para reparar la ofensa. Pero Rapayet rechaza esta idea; en vez, manda al palabrero Peregrino a hablar con Moncho para cortar los lazos de la sociedad y también los de su amistad. Tiempo después, Moncho asesina a varios hombres de Aníbal. Rapayet debe cargar con la responsabilidad de las decisiones de Moncho; por eso obedece finalmente, pero lo hace ya cuando el agravio es más profundo.
Rapayet se aparece en casa de Moncho. La cámara está puesta simulando su mirada: desde afuera hacia dentro. Moncho está teniendo sexo en ese momento, por lo que la violencia es todavía más íntima. Rapayet espera a que la mujer se vaya. La cámara se posiciona desde adentro hacia afuera, y queda la imagen de la puerta comunicando el mundo interior con el mundo exterior. Después de un momento de tensión, en el que hay muchas dudas, Rapayet mata a Moncho a balazos. Vemos la aflicción del protagonista, su tristeza. El cadáver de Moncho nunca aparece en escena. La escena cierra con la cámara puesta como si fuera la perspectiva de la víctima mirando hacia el victimario. Cuando Rapayet llega de vuelta a casa, Zaida acaba de dar a luz; una de las mujeres wayuu ahí presentes señala que Rapayet trae la sangre de Moncho en su camisa; seguramente tuvo que tocar el cadáver, rompiendo así el tabú de los hombres wayuu. Pero no es sólo la sangre: «Traes sangre encima. El yoluja está contigo […] Traes un yoluja contigo» (00:58:00-00:58:26).

Figura 6. Rapayet asesina a Moncho
Nota. Tomado de Pájaros de Verano (2018). Fotograma segundo 00:55:32-00:57:15.
La violencia en Pájaros de verano enfoca al victimario. Por eso el primer plano a su rostro o el encuadre de su cuerpo. El aturdidor silencio es el retrato del dolor o de la crueldad. El victimario ahí de pie o allá alejándose carga con todo el drama. La víctima desaparece de la pantalla. Pero no se silencia, se transforma en yoluja.
El yoluja es el espíritu de los muertos que acompañan al wayuu. Eso incluye a los ancestros, a los amigos y a las víctimas. Rapayet aparece en varias escenas sumido en la oscuridad, sin dormir, hablando con Moncho. Esto alude a la continuidad entre la vida y la muerte, que es igual a la continuidad entre la vigilia y el sueño. Noches antes de que Leónidas violara a Victoria, la hija de Aníbal, un Rapayet incapaz de dormir habla con el yoluja sobre sus miedos. Úrsula lo escucha. Rapayet dice que no quiere perder a su familia de nuevo en una guerra; refiriéndose a la muerte de sus padres. La palabra es premonición. El futuro está atado al pasado y al presente, así como la vida avanza junto a la muerte.
La vida se prolonga en el día, en la noche y más allá del tiempo. La vida es un ascenso a través de la muerte, se continúa viviendo en el territorio de los espíritus que no tienen huesos, los que vivían en las cárcavas profundas de los cementerios olvidados, los que afloran en el sueño para entrar en contacto con los vivos y exigirles cualquier exequia, libaciones, comilonas y sacrificios, para estar en paz con la conciencia de los antepasados. (Paz Ipuana, 2014, p. 72)
Entendiendo el significado de los yoluja es todavía más cruel que la comunidad a manera de sanción le quite a Úrsula su Alanía ⸺que está representada en un objeto⸺, y que además eliminen todas las tumbas de la familia Pushaina. Cuando se dice que la niña, hija de Rapayet y Úrsula, ahora vaga en la oscuridad, quieren significar que está sola e incluso desconectada de todos los yolujas de sus ancestros. Le quitaron el saber, a razón de que su padre actuaba bajo el desconocimiento.
Es cierto que la tragedia de los Pushaina comienza con el carácter de Rapayet, por ser el que ignora, por ser el wayuu-alijuna. Pero para finalizar quiero referirme al catalizador del clímax en Pájaros de verano. Hablo de la muerte de la palabra: el asesinato de Peregrino. Recuerdo que incluso para los wayuu de la película se trata de algo insólito. Una de las mujeres del consejo afirma que: «La violencia sobre la palabra es un hecho sin precedentes» (01:38:08).
Peregrino representaba la palabra correcta, la que se valida con la honra y el prestigio. Pero Leónidas Pushaina violó a Victoria, la hija de Aníbal. La ofensa de los Pushaina es demasiado grande. Aníbal toma la decisión de que habrá guerra. Entonces, sin paz, no hace falta la palabra. Sin palabra, no hay honor. Ya no es necesario cumplir los acuerdos o las promesas. Sin honor, no hay prestigio. En ese momento Úrsula pierda la Alanía. Y sin prestigio, muere la familia. El genocidio de los Pushaina se anuncia con la muerte de Peregrino: la muerte de la palabra.
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Notas al pie
[1] Idioma wayuu.
[2] Algunos autores utilizan la grafía arijuna o aríjuna. En este ensayo utilizo la grafía propuesta en los subtítulos de la película, en la plataforma Prime Video.
[3] «La nación Wayuu es una sociedad ágrafa, sin escritura propia, pero que por eso no deja de ser rica en concepciones trascendentales de carácter mítico, creencias mágico-religiosas y percepciones agudas para explicarse las cosas del mundo que le rodea». (Paz Ipuana, 2014, p. 75)
[4] “Pütchipü’ü” traduce al español “palabrero”. En el siguiente apartado ahondamos más en su figura y su importancia simbólica.
[5] “Tu'umá” traduce “piedra sagrada preciosa”.
[6] Es quien canta los Jayeechis.
[7] «Siempre somos las mujeres wayuu quienes heredamos la Alanía de la familia, porque sabemos respetarla y manipularla» (J. Polanco, 1998). «la Alanía es legítima, porque son muy antiguas, porque vienen de muchas generaciones de atrás. La mía tiene más de 300 años» (I. Fernández, citado en Araujo de Vílchez & Finol, 2010, p. 77).
[8] «Lapü es considerado la fuente de todos los sueños. Los guajiros ubican a Lapü, Sueños, en un lugar ‘muy alejado de la tierra’. Para ellos es un ser mítico fundador como lo es también Maleiwa, el héroe cultural, a quien suponen de alguna manera sumiso ante Sueños, pues dicen que tuvo que consultarlo para conocer su propio porvenir» (Perrin, citado en Araujo de Vílchez & Finol, 2010, p. 77).
Notas al margen
1. En esta película, Ciro Guerra narró la historia de un abusador: Leónidas, quien muere bocabajo, con la plaga de langostas llegando desde el mar, como si fuera la cosecha de las ofensas suyas y las de su familia: las ofensas del victimario y de los encubridores que quisieron protegerlo aún conscientes del daño que hizo.
2. Me pregunto, ¿Ciro Guerra habrá entendido la tragedia que se profundiza al despojar a una víctima de su Palabra?
Referencias
Apüshana, V. (1992). Contrabandeo sueños con aríijunas cercanos. Secretaría de Asuntos Indígenas Departamental.
Araujo de Vílchez, D. & Finol, José Enrique (2010). Sueño y sintaxis ritual entre los wayuu: análisis de la ceremonia de asülajawaa. Revista de Artes y Humanidades UNICA, 11(1), 71-106.
Campos, A. (2020). El contrabando de sueños y el tejido de sangre: una lectura ontológica de la poesía de Vito Apüshana. Visitas al Patio, 14(2), 24-41. DOI: 10.32997/RVP-vol.14-num.2-2020-2778
Gallego, C. & Guerra, C. (2018). Pájaros de verano. Pimienta Films.
Goulet, J. G. (1981). El Universo social y religioso guajiro. Universidad Católica Andrés Bello.
Morillo Arapé, A. & Paz Reverol, L. P. (2008). Los sueños y su importancia en el pronóstico y tratamiento de la vivienda wayuu en Venezuela. Gazeta de Antropología, 24(2), 1-14.
Paz Ipuana, R. (2014). La literatura wayúu en el contexto de su cultura. Revista De Literatura Hispanoamericana, (28-29), 70-80. Recuperado de: https://produccioncientificaluz.org/index.php/rlh/article/view/18882
Ricoeur, P. (1995). Tiempo y narración I. Configuración del tiempo en el relato histórico. Siglo XXI Editores.
Ricoeur, P. (2008). La memoria, la historia, el olvido. Fondo de Cultura Económico.

Miguel Ángel Afanador Restrepo